Ayer retornaba a casa tras una entrevista que me hicieron para un programa radial con un nombre poético, Serendipia (link), y como lo que yo vengo haciendo desde hace más de cincuenta años en mi búsqueda fotográfica está estrechamente vinculado a los conceptos de "serendipia" (link) y "azar objetivo" (link), retorné a casa desde la Ciudad Vieja a pie y por el camino más largo, como de costumbre. Cámara en mano, claro.
En el camino entré en una tradicional casa de remates donde, justo a la entrada y sin intentar siquiera ocultarse, estaba él, el enemigo, el aliado, el que espera paciente y confiado, el ineluctable. Ninguno de los que pasaban a su lado desviaba siquiera la vista para miralo, por distracción, por apuro o por las dudas...
Munido de mi fiel cámara, escudo invulnerable, yo me sentía confiado y le robé un instante de su temible existencia para adjuntarlo a mi colección de instantes robados al propio tiempo, que fui ensamblando en un libro que algún día imprimiré, pero que por ahora solamente existe en formato digital. En compensación se puede leer gratis (link)