Lhasa-2
Al levantarme por la mañana aún me duele un poco la cabeza. Salgo a recorrer
nuevamente el circuito de los peregrinos de la plaza Barkhor y quizás porque es temprano los vendedores, aún adormilados, no me fastidian tanto. Pretendo visitar el templo Jokhang, pero cuando el monje que cobra las entradas me dice
hay que pagar 70 yuan (poco más de 8 dólares) y como en algún lado leí que hay que volver a pagar, en cada capilla decido continuar dando vueltas por las calles. Al final eso resulta más productivo: a la vuelta, en un callejón
estrecho y sombrío, me aguarda un espectáculo fascinante; Cientos de peregrinos
aguardan sentados junto a un pequeño templo o capilla, posiblemente a que les
den de comer, tal como me lo habia descrito un viajero alemán en Chengdu. No parece
importarles ni presencia ni que los fotografíe, lo que por el contrario parece
divertirlos y ayudarlos a pasar el rato. Como me instan a ingresar en la
capilla, finalmente lo hago. Es bastante mayor de lo que su estrecha entrada
parece sugerir, pero està llena de recovecos y de adornos, objetos de ritual
e imágenes que le confieren un aspecto laberíntico. Además está en tinieblas, apenas interrumpida por las tenues lucecitas de las lámparas de manteca de yak. Hay decenas de
peregrinos y algunos monjes sentados un poco por todas partes. A la salida, una anciana
ubicada junto a la escalera me ofrece un pancito. Trato de rehusarlo, quizás otro lo necesite más que yo, pero
insiste y termina metiéndomelo por el cuello de la camisa, ante el alborozo general. Me retiro satisfecho, con unas cuantas imágenes e incluso comida, no se puede pedir más.
Monjes pidiendo limosna mientras estudian sutras (link)
En el Tibet yo esperaba encontrar leopardos de las nieves,
pero en cambio hallé esta línea de leones (link)
Los tibetanos, incluso los monjes, comen carne, de yak o cordero, por el frío, dicen.
Moraleja, si te mueres en el Tibet no te reencarnes en ninguno de esos bichos.
Propaganda de dentistas en tres lenguas: tibetano, chino (Han si)
y dibujitos para los extranjeros ignorantes como yo.
Plegarias estilo budista
Quién sabe desde dónde venían esos peregrinos