Entre ambas fotos transcurrieron 45 años y los martillos fatales del progreso siguen estando activos. Muchas viejas casas que aún lucen bien y perfectamente habitables van siendo progresivamente sacrificadas en el altar de los dioses inmobiliarios que muchas veces, más que pertenecer alsector de la construcción, parecen estar en el de la destrucción, la destrucción de la identidad de la ciudad.