Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer Indígena (link). En nuestro país los descendientes de los nativos originarios se hallan tan integrados que nos olvidamos que existen si ellos no nos lo recuerdan. En el resto de los países de latinoamérica, en variable proporción, hay grupos étnicos indígenas más o menos diferenciados del resto de la población, pero lo que parecería ser el común denominador entre todos ellos es su marginalidad, social o cultural, cuando no su extrema pobreza. Esta indígena quechua con su hija o hijo a cuestas, había llegado desde lejos y a pie al mercado dominical de la antigua ciudad de Pisac, en los andes peruanos, a vender, o más probablemente trocar, algunos escasos productos cultivados en su huerta por algunas cosas que necesitaba: algún otro comestible, algo de aceite, pilas para la radio a transistores o alcohol para encender el fuego. No hablaba español y al verla uno tenía la impresión de que se comportaba como un animalito asustado, mirando a su alrededor con recelo. Es comprensible, seguramente tenía motivos sobrados para desconfiar de blancos y mestizos por igual, pues hace mucho tiempo que los venimos maltratando y explotando. Desde el siglo XVI.