Una buena parte de la prensa local, siempre sensible al elogio, especialmente si proviene de fuentes inobjetables como alguna publicación extranjera, cualquiera sea su prestigio, recoge la excelente imagen que tienen de nosotros, de nuestros hombres públicos e instituciones democráticas, de la relativa igualdad socioeconómica y cultural entre los diversos componentes de nuestra ciudadanía, concluyendo que somos un ejemplo a imitar por nuestros conflictuados vecinos, un país poco menos que idílico al cual vale la pena venir a vivir después de jubilarse en algún otro lado (y contar con un ingreso más o menos suculento, naturalmente). Lo repiten tanto, vaya uno a saber por qué, que hemos terminado por creérnoslo, ya casi, casi convencidos de que a pesar de algunas disidencias sin importancia, después de todo vivimos en el mejor de los mundos. Y debe de ser a sí nomás porque si no vean la foto de hoy, pues como no me canso de repetir como un mantra, la fotografía no miente.