Sonaban los acordes del dos por cuatro en la plaza y el veterano, ataviado con su ropa de tango, se apresuraba a unirse a las parejas que giraban como trompos -unos trompos a veces un poco gastados, hay que decirlo- sobre las baldosas de la Plaza del Entrevero, conocida oficialmente nada menos que como Plaza Fabini
(link). ¡Bravo por el bailarín, milonguero de ley hasta el final,
comme il faut!