viernes, 31 de enero de 2014

En Castillos

Por momentos me cuesta acomodarme a la realidad, como por ejemplo cuando pienso que han transcurrido 40 años desde que tomé esta foto, un verano eternizado por el recuerdo en una época que seguramente existió, pero que ya me parece cada vez más irreal. La tomé, probablemente, con una de las cámaras que aún conservo pero he tenido que dejar de lado al pasarme con armas y bagages a la era digital. El hombre quizás ya no esté, ni su sombrero, pero la imagen permanece para perpetuar su amable sonrisa y su aspecto cuidado y pulcro.