sábado, 29 de mayo de 2010

Café en El Cairo

Regresaba de Alejandría y al caer la noche mi autobús pasó frente a este café en El Cairo y me llamó la atención la atmósfera irreal que le daba a la escena la luz sin brillo y azulada de los tubos de neón, que bañaba a esas figuras sentadas en sus pequeñas mesas como en un sueño.
Volví al día siguiente y allí estaban de nuevo sus parroquianos, charlando animadamente mientras bebían su té, fumando en sus narguiles, leyendo el diario, mirando la tele o jugando al chaquete o al dominó. En suma, lo que hace todo el mundo, con variantes, en un café cualquiera en cualquier parte del mundo.