viernes, 28 de mayo de 2010

El viejo café de la plaza

El viejo café Sorocabana tenía una atmósfera particular que se había ido creando a lo largo del tiempo -tampoco Roma se construyó en un día, dicen. Había tres cafés muy distintos, según uno fuese por la mañana, por la tarde o luego de que el centro se vaciaba y surgía una fauna completamente nueva de noctámbulos recalcitrantes. A esa hora tardía, su iluminación, compuesta casi exclusivamente por tubos fluorescentes que mal se reflejaban en el oscuro revestimiento de madera de sus paredes, le garantizaba un aire de recatada sordidez que de ningún modo poseía durante el día, cuando la luz se abría paso incontenible desde la plaza vecina a través de sus grandes ventanales.