
De regreso, algunos kilómetros después, tras convencerme de que sigo estando desentrenado, decidí salir de caza fotográfica, como casi todos los días, actividad placentera, y por cierto, bastante menos trabajosa.
Frente al Argentino Hotel me crucé con esos dos caballeros, uno concentrado en su libro y el otro en el ritmo de su respiración, en plena carrera. Fue un poco como fotografiarme a mí mismo.