sábado, 1 de agosto de 2009

Retrato de un pintor

En 1975 realicé una serie de retratos de pintores uruguayos para una exposición. La elección de los personajes no fue metódica ni erudita, por lo cual artistas famosos y respetados se codeaban con otros menos conocidos, o si se quiere, menos cotizados.
Uno de los más reconocidos y también uno de los primeros que entrevisté fue José Cúneo, que en ese momento y con 88 años de edad, se hallaba experimentando una fase nueva de su obra, más abstracta y diferente a todo lo anterior, por lo que firmaba los cuadros con su segundo apellido, Perinetti.
Fui a verlo a eso del mediodía, después de salir del hospital Pereira Rossell, adonde estaba haciendo el curso de ginecología y que quedaba justo enfrente de su residencia-taller.
Aunque no me conocía, me recibió con gran amabilidad y después de que le conté lo que estaba haciendo y mi interés por la pintura -como simple aficionado- comenzó a hablarme de sus proyectos y de su oficio como si me conociese de toda la vida. Le dije que me interesaba especialmente todo lo referente a la composición y entonces me dió una verdadera clase magistral, citándome autores y entre ellos a su admirado Cézanne, algunas de cuyas opiniones y puntos de vista me leyó directamente de algún libro de su biblioteca.
Yo lo escuchaba con avidez, pero sin dejar de fotografiarlo mientras se movía ágilmente por su casa, consciente de que probablemente no tendría muchas más oportunidades como ésa para verlo y escucharlo.
Al cabo de una o dos horas, acabado mi rollo de película y con la cabeza llena de informaciones nuevas que tendría que procesar lentamente, me despedí de ese maestro de cuerpo de anciano y mente de joven, diciéndome que si alguna vez llegaba a igualar su edad -entonces yo tenía 27 años- me gustaría ser como él.