domingo, 2 de agosto de 2009

La vida expuesta

El hombre aprovechaba los paneles de madera que cerraban un espacio en construcción en plena avenida Rio Branco, en el centro de Rio de Janeiro, para escribir con tiza, con una letra apretada y bastante pareja, poemas que hablaban acerca de su propia vida. Con paciencia, iba hilvanando, verso tras verso, sus experiencias en lejanas tierras, sus deseos y sus decepciones, como hacen todos los poetas, construyendo metódicamente su obra sobre las paredes de un edificio también en construcción.
Los transeúntes pasaban apresurados a su lado y pocos de ellos se detenían a leer lo que escribía.
En 1977 no había internet, de lo contrario le habría resultado más fácil publicar su obra en el ciberespacio, como ahora, pues el deseo de comunicarse -pese a que por momentos lo que hacemos parece caer en saco roto, como siempre ha sido- continúa siendo el mismo, únicamente los medios han cambiado.