Continué mi recorrido por una ciudad que por momentos se me antojaba irreal, como los personajes del Adán Buenosayres de Marechal (link), pero por la superficie y junto al rio-como-mar, cuando un poco más adelante, como un ángel caído, un pedacito de cielo en mi camino me regaló la visión de sus algodonosas nubes y me vino a la cabeza aquél tango inolvidable (link) que habla, precisamente, de un cielo perdido.