domingo, 5 de julio de 2020

Un viaje a la India-38


Delhi-1

Dia de la partida. Al despedirme la dueña del hotel me pinta el tercer ojo en la frente y me coloca una guirnalda de flores amarillas, además de regalarme una banana y una tanjerina para la suerte. Me dice que es porque me he quedado varios días con ellos, lo que no es frecuente y me consideran un cliente especial Luego su esposo me lleva al aeropuerto en su minivan. Alli empiezan los controles de seguridad: tras pasar mi bolsa marinera por lor rayos x, le colocan una cinta de seguridad, precintándola por el lado equivocado, con lo cual no precintan nada. Pero en general los funcionarios son amables y el aeropuerto espacioso y cómodo. Le pregunto a los guardias si las máquinas de rayos X dañan la película, que siempre llevo conmigo y me dicen que utilizan equipos nuevos que son seguros y charlamos un rato. Más tarde, pasar por la revisación de seguridad para embarcar me atiende el guardia con el que habia conversado antes y luego de cumplir el procedimiento de rigor me despide dándome la mano con una amplia sonrisa. Y para terminar, ya en la escalerilla del avión, funcionarios de la compañía aérea vuelven a revisar bolsos y paquetes a todo el mundo y a cachearnos. A una pasajera a mi lado le quitan una tijerita de uñas, demostrando así cuán efectivo fue el control anterior.
El vuelo a Delhi es agradable y cómodo, para variar. Llegamos a media tarde y entonces me entero de que la diferencia horaria con Nepal es de 15 minutos. 
Es mi primera visita a la capital de la India y me sorprende un poco, es una ciudad más moderna de lo que pensaba. Me alojo en un hotel particular en un barrio residencial cerca del centro, una casa amplia y relativamente nueva  propiedad de un periodista radial culto y simpàtico. Tras instalarme y como no les pedí que me preparasen comida, salgo a dar una vuelta y a cenar afuera, a pesar de que son las seis de la tarde y ya oscureció. Trato de llegar a Connaught Place, pero la avenida está oscura, no hay veredas y el tránsito es infame. Las calles que recorro me recuerdan un poco a Rio. Encuentro un pequeño restaurante de barrio con la cocina afuera, como en Malaysia, y ceno chowmey de vegetales (picante) y sopa de tomates por 20 rupias (0,40 de dólar).
Aunque es invierno, la temperatura no es muy baja, ocho grados a lo sumo. Más tarde, ya en mi habitación, antes de dormir, mientras leo, golpean la puerta y es un empleado repartiendo bolsas de agua caliente.