jueves, 16 de julio de 2020

Tibet-1


En 2004, hallándome de viaje por la República Popular China y tras recorrer la costa sudeste del país durante varias semanas, finalmente llegué a Hong  Kong. Estaba un poco harto del Reino del Medio, (Zhong Guo) como llaman a su país los chinos, el centro de su mundo. Todas las ciudades que visitaba comenzaban a parecerme  similares, modernas y más funcionales que interesantes, con la construcción febril que veía por todas partes arrasando con los barrios y edificios tradicionales. Comencé a considerar la posibilidad de abortar el viaje y cambiar de país, ir a alguno en el sudeste asiático, zona que ya conocía un poco y que me parecía más atractiva. Cambié de parecer tras charlar con un colega inglés de AFP de Hong Kong, Peter Parks, que venía de pasar unos días en la región Autónoma del Tibet y que además de contarme algo de lo que había visto, me dió algunos datos sobre cómo llegar a Lhasa. En esa época el control político de la zona por parte de las autoridades de Pekín comenzaba a ser más relajado, así que tras enviar algunos correos electrónicos para hacer los arreglos, saqué un pasaje de avión a Chengdu, etapa necesaria para volar a Lhasa.
En Chengdu todo fue  más sencillo de lo que esperaba y tras un par de días de espera para obtener los permisos necearios volé al Tibet, aterrizando pocas horas después en el aeropuerto de Gonggar, a unos 60 km de Lhasa.

Lhasa-1

Por tratarse de un vuelo interno, no hay trámites de aduana. Rechazo los habituales taxis para turistas y tomo el autobúus del aeropuerto, junto a los excursionistas chinos, que me deja en el hotel aéreo, un hotel chino y de aspecto costoso. Intento tomar un taxi hasta el hotel Banak, un hotel de tibetanos, pero el chofer no sabe adónde queda. Entonces tomo un rickshaw y tras consultar mi mapa, llegamos. Me alojo en una habitación confortable y salgo a recorrer de inmediato. Hasta el momento y pese a haber cargado mi pesado equipaje durante un buen trecho.no he acusado demasiado la altura, Lhasa está a 3.600 metros de altitud,  El espectáculo es fascinante, es como haber al pasado. No quiero exagerar la nota el primer dia, asi que paso frente al Potala, el gran palacio que fuera la residencia de los lamas, que está en una colina escarpada, y luego hago uno de los koras, circuitos rituales de los peregrinos, a su alrededor. Dos o tres horas y tres rollos de película después comienzo a sentirme cansado y regeso al hotel, ahora sí con síntomas del mal de altitud: me duele la nuca y siento algunas náuseas. así que me acuesto y duermo hasta el otro dia. 
Peregrina tibetana orando frente al Potala

Tibetanos y chinos frente al antiguo palacio, en ese momento en refacción

Siempre me pregunté si ese peregrino tibetano sentía curiosidad por 
la excavadora o la consideraba algo así como un demonio de hierro

Tres peregrinas tibetanas siguiendo el kora alrededor del Potala

Vendedores chinos juegan al ajedrez mientras peregrinos tibetanos recorren el kora