sábado, 20 de junio de 2020

Un viaje a la India-34


Nepal-9

La vista del amanecer desde mi habitación es magnífica, a lo lejos brillan los picos nevados y un poco más abajo las nubes cubren el valle de un manto lechoso. Tras ducharme con agua apenas tibia, como lo he venido haciendo durante la mayor parte del viaje, desayuno en una mesa al aire libre con todo ese panorama como fondo y no me importa que aqui cobren un poco más caro la comida, el telón de fondo lo vale.
Me despido de la simpática gente del hotel y emprendo mi regreso a pie hacia Bahktepur. Los primeros kilómetros los hago por la "ruta vieja", un trillo infame que me lleva a atravesar campos cultivados y caseríos donde los campesinos trabajan a la antigua usanza, lo que no impide que de una de esas casas primitivas surjan las notas estridentes de un rock cantado en inglés. Hago unos cuantos kilómetros asi, casi siempre en bajada y luego, aproximadamente en la mitad del trayecto,  tomo la ruta. En total son unos 17 ó 20 km, un recorrido muy agradable y no demasiado exigente. Llego a Bhaktapur en poco más de tres horas y como siempre entro por unas callejas laterales.
Mientras voy por la calle principal, camino a Durbar Square., siento redoblar unos tambores, me acerco y veo que estan llevando a cabo alguna ceremonia en un templete, junto a los vehículos que maniobran con dificultad en la estrecha calle. Tienen atado en el suelo a un búfalo negro y atados varios cabritos pintados con colores vivos adornados y con flores, a los que ungen con algunas sustancias que no puedo identificar. Ingenuamente pienso "¡qué buenos son estos hindúes, santifican a estos animalitos!" Pero no...de pronto toman a una cabra, la arrastran al interior del templete y la degüellan, tras lo cual dan una vuelta cargándola alrededor del templet, ya sin cabeza y manando sangre 
a borbotones por su cuello, para regocijo de los niños presentes, algunos de los cuales van vestidos con ropas de paseo y con guirnaldas de flores al cuello y el rostro pintado, que seguidamente son ungidos con sangre del infeliz animal. Luego es el turno de otra y cuando llega el del del búfalo me preparo para el enchastre, porque solo con las cabras han dejado todo el terreno alrededor del templo infame de sangre. Pero al búfalo lo atan de tal manera que su cabeza queda doblada sobre su cuerpo hacia la derecha, dejando el lado izquierdo de su cuello bien expuesto. Entonces, con un pequeño y filoso cuchillo proceden prácticamente a vivisecarlo. Primero le sacan un pedazo de cuero de 30x30 cm y comienzan a cortarlo como si estuviese en la sala de operaciones, dejando expuesta una gruesa arteria entre los poderosos músculos del cuello. Todos retrocedemos unos pasos para evitar ser salpicados, pero los que cumplen el ritual conocen su oficio y orientan un fino chorrito de sangre que mana de la arteria de modo que bañe el templete, a dos o tres metros de distancia. Terminan cortándole la cabeza al animal y colocándola frente a los escalones de acceso. A esa altura ya se ha ido la mayoría de los presentes y viendo que la fiesta ha terminado, me retiro yo también a almorzar. En Durbar Square están representando una obra de teatro callejero, probablemente relacionada con el maltrato a la mujer y el ambiente también es muy sugestivo.