martes, 31 de marzo de 2020

Un viaje a la India-5

Ahmedabad

Salgo temprano para la estación de ferrocarril a tomar el tren para Ahmedabad y tras lidiar con el taxista y el cargador de equipajes por lo que se tornará habitual en el viaje: dinero. Dan un precio por el servicio que sea y al terminar exigen otro mucho más elevado, pero finalmente consigo embarcar. Dentro del tren ocurre algo que va a ser la norma en la India, una vez que uno se sube a un vagón para iniciar un viaje parecería que cae bajo la protección de alguna deidad y todo pasa a funcionar como en un país normal. El vagón, de primera clase, es antiguo, espacioso y confortable y el aire acondicionado funciona. Durante la mayor parte de las siete horas que se toma el ferrocarril para cubrir los 460 km que hay entre Mumbai y Ahmedabad, disfruto de un paisaje distino: campos cultivados o no, siendo recorridos o trabajados por campesinos vestidos con ropas que recuerdan a las usadas en las películas ambientadas en la India en el siglo pasado. Rompiendo el hechizo, o quizás creando otro, en cierto momento y a la distancia percibo las torres de refrigeración de una central nuclear.
Llegamos a la una y media de la tarde a Ahmedabad, que de inmediato se presenta como una ciudad grande, sucia y agitada y muy contaminada. Tomo un rickshaw para que me lleve a la estación de autobuses para Udaipur.  Entonces comienza un recorrido alucinante, con mi chofer conduciendo como un demente en medio de un trafico infernal, donde todo el mundo se cruza delante de los demás por todas partes, evitando por centìmetros colisiones potencialmenteserias, pues hasta los motonetistas prepotean a autobuses y camiones. Consigo pasaje para Udaipur recién para las nueve de la noche, comienza la festividad del Diwali (1) y mucha gente viaja por estas fechas. Tras dejar el bolso en un hotel salgo a recorrer la ciudad a pie y me enfrento de nuevo al tráfico, que es tan intenso y desorganizado que por momentos siento la tentación de llamar a un rickshaw únicamente para que me ayude a cruzar la calle. Algunas de las callejas laterales que recorro son muy interesantes. Antes de partir debo discutir el precio de sus servicios con mi chofer, que no por amable y servicial es menos tramposo, pero lo arreglamos amigablemente y por fin embarco en la tercera etapa de mi viaje, esta vez en autobús.

El caos en el tráfico es el mismo que veré en otras ciudades de la India.

Echando una pestañita ajeno al bullicio.

Simpáticos niños charlando con el extranjero para practicar su inglés.

Trabajando prácticamente en la calle, algo habitual en el país.