En los alrededores del palacio, mirando desde el vallado hacia la zona de exclusión adonde se agrupaban los gauchos, había un grupo de personas que me llamó la atención, pues había en él algo que no encajaba. Al cabo de un instante de penosa reflexión tuve una epifanía: claro, ¡al jinete del centro le faltaba nada menos que su cabalgadura! De inmediato se me ocurrieron, como siempre me pasa, varias posibilidades:
1-Que el jinete se haya olvidado, por vaya uno a saber qué motivo, de su caballo en casa quedando automáticamente excluido de la zona de exclusión (vaya, vaya...)
2-Que habiendo mostrado un comportamiento desacorde a la hidalguía necesaria para posar de centauro de las pampas, sus compañeros montados lo hayan echado.
3-Que sea un paisano de verdad que ahora reside, por el motivo que sea, en la ciudad y aquejado de una intensa nostalgia se haya puesto el uniforme (más bien uno nuevecito) y salido a hinchar por su equipo aunque más no sea desde las tribunas.
De todas formas, un gaucho de a pie desentona un poco y hace pensar.