martes, 14 de octubre de 2014

El David III


Al verse enfrentado a la perfección física del joven parado sobre el pedestal, el pobre gordinflón sintió que una intensa angustia se iba adueñando de su espíritu. Se sintió poco más que un muñeco, una mera bolsa de trapo. Daban ganas de decirle "Vamos, hombre, que no es para tanto..."