martes, 25 de febrero de 2014

Licenciosas ruinas

Un día brumoso de diciembre del 71, conseguí armarme del coraje suficiente como para incursionar en las tenebrosas ruinas de lo que fuera el cine Hindú, legendario lugar de pecaminosas experiencias cinematográficas del cual tanto había oído hablar a mis compañeros de la secundaria. Munido de mi pequeña y fiel Leica, escudo invulnerable a las saetas de la lubricidad, recorrí en silencio y no sin cierto recelo lo que quedaba de esa modesta Sodoma local. Mi coraje fue recompensado con creces, pues más allá de las ruinas del templete del pecado, vislumbré las imágenes de exóticos palacios fundiéndose con la niebla del pasado. Apenas tuve tiempo de encuadrarlos en el visor de mi cámara y dispararla unas cuantas veces antes de que el espejismo se devaneciese por siempre jamás.