domingo, 29 de diciembre de 2013

La mano

Se estaba bien así, en la vidriera de la casa de empeños, al sol, entre amigos, mirando pasar a los transeúntes, la mayoría de los cuales ni siquiera les dedicaban una mirada de reojo, aunque algunos, como el de la cámara, se detenían unos instantes dando señales, al menos, de algún interés. Pero lo cierto es que no importaba si lo hacían o no, la cosa era estar allí, sin hacer nada, viendo la vida pasar apresurada y rumbo a ninguna parte, en un estado de beatífica inmovilidad.
Entonces y sin previo aviso, surgió la mano, una mano blanca como una paloma pero con garras de ave de rapiña y tras revolotear unos instantes sembrando el pánico entre los objetos expuestos, eligió uno, separándolo para siempre de los demás, condenándolo desde ese instante a un destino incierto y eventualmente desdichado.