martes, 29 de octubre de 2013

Presencia

Envuelto en el silencio viscoso de las calles desiertas, sentí muy cerca de mí, algo así como una presencia inquietante. Miré a mi alrededor y allá sobre la pared de un cementerio, señalado por una gruesa línea roja pintada (¿con sangre?) sobre la vereda, percibí un rostro muy pálido y extraño que me observaba con frialdad. Al tiempo que un escalofrío recorría mis vértebras cervicales, dorsales y lumbares (el sacro quedó igual) y los correspondientes músculos intervertebrales, comprendí, en un rapto de incomprensible lucidez, que se trataba nada más ni nada menos que del justamente temido y manifiestamente odiado Brian.