viernes, 27 de septiembre de 2013

Sin prisa

Caía la tarde y las luces del centro se encendían anticipándose a la noche. La gente se apresuraba a regresar a casa, no tanto por miedo a los inherentes peligros de la oscuridad, sino a prender la tele, me temo. Salvo ese trío: dos de sus integrantes iniciaban su enésima batalla del día mientras el tercero los observaba, crítico y por momentos alentador. Ellos no parecían preocupados por los eventuales merodeadores que suelen atraer las tinieblas, bastante tenían ya con cuidar de la seguridad de sus hostigados  reyes y reinas.