lunes, 30 de septiembre de 2013

Cercanía


Allí en mi barrio, a escasas dos o tres cuadras de distancia de mi hogar, dulce hogar, imperan el caos y la destrucción. Incontenible, pese a las alambradas de alambre de púa que alguien extremadamente ingenuo colocó a su alrededor, el caos se yergue oscuro, aullador e implacable, con la cabellera formada por edificios en llamas y alguna explosioncita nuclear que otra. Por lo menos es colorido, lo que no es poco, tomando en cuenta la grisalla habitual que envuelve nuestra ciudad como una muralla de tedio.