Se ofrece a leerme las cartas y todo lo que me anuncian es venturoso: triunfos profesionales, viajes, incluso me vaticina la irrupción de un par de mellizos en mi vida. "¡Epa!" -le respondo inquieto -"¡ni yo ni mi mujer estamos ya en edad de tener hijos y menos aún, de a dos!".
"¡Entonces va a ser de una hija suya, porque seguro que tiene alguna hija mayorcita!" -me contesta muy fresco.
Me cuenta que aprendió todas sus artes con sus padres en la India: su madre era francesa y su padre ruso (no sabe decirme si ruso blanco o no).
Me cae simpático y lo invito a tomar un café allí no más, en una mesa de un bar junto a su lugar de trabajo; antes almorzó un bife de pescado que le regaló una empleada de un comercio cercano.
Está siempre allí, invierno y verano, basta con que haya un poco de sol, así que no conoce su futuro el que no quiere; lo que es por don Itar, él está siempre disponible.