lunes, 13 de junio de 2011

Aislado

Sin molestarse en mirar de reojo siquiera a los transeúntes que lo rodeaban y se apresuraban a ponerse en la parada del ómnibus, impacientes por volver a casa -era la hora pico del cierre de comercios y oficinas- ese jovencito, encargado de cuidar los bultos del puesto callejero, ahora desarmado- estaba absorto en su lectura. Instantáneamente me acordé de cuando yo tenía su edad, pensé que seguramente lucía igual y le guiñé un ojo en un gesto de complicidad. Pero no me vio, pues no levanto la mirada y de todos modos, yo tenía el rostro oculto tras la cámara.