martes, 5 de abril de 2011

El mar, el mar






Esta tarde tuve que ir a Piriápolis por el día. El balneario se preparaba lentamente para comenzar a hibernar. El sol aún calentaba, pero un fuerte viento del oeste agitaba las aguas azul-verdosas, aún tibias, corriendo a los potenciales bañistas. Crucé la rambla a hojear algunos libros en una librería que permanece abierta todo el año, y compré uno de Octavio Paz, "El fuego de cada día". Luego me senté a tomar un café a algunos pasos de allí, de cara al mar, lo abrí, un poco al azar y leí:

"Altos muros del agua, torres altas,
aguas de pronto negras contra nada,
impenetrables, verdes, grises aguas,
aguas de pronto blancas, deslumbradas,"

Ese encuentro repentino con el azar objetivo le habría encantado a cualquier surrealista.
¡André Breton vive y lucha!