miércoles, 7 de julio de 2010

Ilusiones

Ayer, mientras la ciudad se preparaba para el partido del fin del mundo, este hombre prolijamente vestido, con su sombrero blanco y sus zapatos bien lustrados, permanecía sentado e inmóvil, aparentemente indiferente al bullicio a su alrededor, a las hordas de hinchas que marchaban entusiastas hacia la Plaza Independencia a ver el partido en la pantalla gigante, y a las ofertas de maravillosos viajes a lugares de ensueño a precios módicos (en dólares), en los carteles expuestos detrás suyo. Él simplemente estaba allí, esperando por clientes que viniesen a comprarle sus sahumerios, bajo la protección de los santos de sus imágenes.