
A los dueños de un centro comercial de la capital de Tailandia se les ocurrió, hace ya algunos años, la brillante idea de reproducir, a escala natural, una fuente romana, esperando así atraer más clientes. Gastaron un montón de plata y al final la cosa no les salió bien, porque por lo visto a los tailandeses la cultura clásica grecolatina ni les va, ni les viene. Así que con el singular espíritu práctico que caracteriza a los empresarios modernos, decidieron dejar la fuente donde estaba, pero aprovechar el espacio que quedaba construyéndole delante una cafetería. A Buñuel le habría encantado tomar un café allí.