jueves, 20 de mayo de 2010

Zen

El viejo Ford Fairlane 1957, que bien supo conocer épocas de gloria y alegría, se ha retirado al campo a pasar sus últimos días en paz, dejándose comer por el óxido lenta y gloriosamente como solo saben hacerlo los automóviles de buena estirpe, construidos con chapa de la de antes, de la buena. Ya nadie lo mira con admiración, ni siquiera con codicia, tan sólo sienten lástima por él, pero ya no le importa, pues ha trascendido lo mundano, nada espera y nada desea, es como un auto zen.