viernes, 5 de febrero de 2010

Castillito


Una de las cosas que más me gusta de Piriápolis es su relativa tranquilidad y su consistente atmósfera provinciana, y exactamente lo opuesto puedo decir de Punta del Este, por ejemplo.
A lo largo de los años, Piriápolis ha sabido conservar un cierto aire ligeramente decadente que me parece encantador. Fuera de los meses de verano, aquí uno siente como si hubiese retrocedido en el tiempo.
La mayor amenaza proviene de la especulación inmobiliaria desenfrenada, que puede alterar el carácter de cualquier barrio o ciudad hasta dejarlos irreconocibles.
Por eso me preocupó comprobar -esta misma tarde- la construcción, seguramente irregular, de un castillo precisamente junto al mar, en un lugar privilegiado.
Sí, ya sé que es pequeñito, pero por algo se empieza, ¿no?