jueves, 7 de enero de 2010

En el desierto

Ayer por la tarde el centro de la ciudad parecía estar ocupado únicamente por turistas y paseantes. En medio de la Plaza Libertad, un hombre solitario leía versículos de la Biblia para los indiferentes transeúntes. Lo hacía poco menos que a los gritos, de forma entrecortada y colocando el énfasis de las frases en el lugar equivocado. Era evidente que no se trataba de un verdadero predicador, pero poco importaba, nadie le prestaba atención, ni yo mismo, a su lado, entendía bien de qué estaba hablando, más preocupado con las alteraciones de la luz al ir cambiando de posición para encuadrarlo. El hombre, voluntarioso y triste, parecía orar en el desierto.