domingo, 6 de septiembre de 2009

Carnaval altiplánico

La primera vez que fui a Bolivia, atravesé la frontera desde Argentina y llegué a Villazón, del otro lado del puente, en pleno carnaval. Tras dejar mi bolso en el hotel, me fui corriendo al club social y deportivo local, adonde en ese momento -era la media tarde del martes- parecía concentrarse toda la acción de ese pequeño poblado fronterizo.
Los músicos del baile acababan de iniciar un breve descanso, al parecer tocaban sin parar desde la noche anterior, al menos y a esa altura ofrecían un aspecto deplorable, el alcohol parecía haberles ganado la partida hacía rato.
Sin embargo, un poco más tarde, volvieron a animar la concurrencia, tan entonada como ellos, con sus alegres sones y todo volvió a empezar.
No eran grandes artistas, naturalmente, apenas humildes músicos de pueblo y las generosas libaciones no los ayudaban demasiado a afinar, pero nada de eso le importaba mucho al selecto público, ni a mi, si vamos al caso. Siempre me gustó escuchar a los músicos de las bandas populares y acepto sin inconvenientes que por momentos suenen como gatos en celo, quizás porque lo que me gusta más es fotografiarlos.