martes, 7 de julio de 2009

Luz y sombra

Sentado en el borde de un cantero de flores en el centro de la ciudad, el anciano movía lentamente su mano arrugada de manera tal que en un momento era iluminada por el tibio sol de junio y al siguiente se perdía en la sombras. Estuvo así un rato, indiferente a la gente que pasaba caminando de prisa a su lado sin ver su ropa vieja, su blanca cabellera que brillaba con la luz y su mano arrugada en leve movimiento. En poco tiempo más, una sombra oscura se desplazaría inevitablemente hasta ocupar el lugar de la luz y el anciano, su mano y su pelo blanco quedarian envueltos en la oscuridad para siempre.