lunes, 6 de julio de 2009

Clarividencia

Moría el domingo y el Barrio Latino de París hervía de gente. Me detuve frente a un grupo de personas paradas delante de la vidriera de un restaurante cerrado que comentaban algo entre risas. Me acerqué y vi a un gato, probablemente el gato del restaurante, paseándose por las bandejas cargadas de mariscos, fiambres y otras delicias en exhibición, frutos obviamente prohibidos para él como las manzanas del paraíso. El felino, que seguramente había quedado encerrado por un descuido, se paseaba feliz por entre los delicados alimentos escogiendo entrada, plato principal y postre. En un instante de rara clarividencia supe cuál sería el plato del día cuando el establecimiento volviese a abrir el lunes: "Liebre a la cacerola".