miércoles, 29 de julio de 2009

Caos

A retornar de mi primer viaje a la India, en 2002, me prometí a mí mismo que era la primera y última vez que iba a ese país. La experiencia de haber pasado seis semanas inmerso en un caos absoluto y en un estado de permanente incertidumbre respecto a todo, parecía enmascarar todas las experiencias fascinantes que había tenido. Mi cabeza occidental, educada (¿mal educada?) en la universidad en el cartesianismo más ortodoxo, parecía haber desarrollado anticuerpos anti-indios.
Demostrando una vez más lo poco confiable que soy en algunas de mis firmes resoluciones, retorné al subcontinente cuatro años después por otro mes y medio, esta vez acompañado y con un itinerario bastante diferente.
Además, había leído bastante sobre el país y su cultura y estaba mejor predispuesto para enfrentar los inevitables inconvenientes que nos acechaban, pero de todas formas, al terminar el periplo y pese a contar con una nueva cosecha de buenas fotos, me dije "¡Esta vez es definitivo, ya no vuelvo más!"
En 2008 tenía previsto retornar a China y el Tíbet, pero como es conocido, el horno no estaba para bollos por allá, así que decidí cambiar de destino -ya tenía el pasaje comprado- y desviarme hacia la India, esta vez recorriendo el sur y el este de ese país inmenso y variado.
Lo vi con otros ojos, había decidido tomar el toro por los cuernos y me preparé leyendo algo sobre la teoría del caos y el pensamiento complejo de Edgar Morin. La India puede parecernos un caos permanente, pero funciona y progresa, a pesar de todo. Algo se me había escapado en los viaje previos. Esta vez me fue mucho mejor.
Me costó un poco, pero creo que me he sobrepuesto un tanto a mis prejuicios. La próxima vez que vaya, seguro que regreso encantado.