jueves, 25 de junio de 2009

Por suerte avisan

Una vez, estando en Piriápolis, consideré que como se acercaba el verano y había tenido un par de experiencias negativas en el pasado, era conveniente ir a ver si la playa seguía estando en el mismo lugar.
Me dirigí hacia el sur, naturalmente y tras caminar un rato alcancé a ver a lo lejos las olas que rompían sobre la arena blanca, por lo que deduje que ya estaba cerca.
No pude encontrar la entrada de inmediato, sin embargo y recién después de dar unas vueltas y recorrer un par de kilómetros, conseguí localizarla gracias a un cartel indicador que algún samaritano había colocado para beneficio de los viajeros extraviados como yo.
Ya traspuesto el portón, todo resultó más fácil. No iba precisamente a ese sitio en particular, pero tras recorrer la franja costera durante una media hora, finalmente llegué al lugar que quería.
Por suerte nadie me vió dando vueltas y vueltas, como un perro antes de echarse, en busca de la entrada a la playa, porque podría llegar a pensar que soy algo tonto.