A muchas personas, entre las cuales con frecuencia me encuentro yo mismo, lo reconozco, les da un poco de vergüenza admitir que por momentos, si no siempre, sienten demasiada pereza para encarar ciertas actividades consideradas propias de gente sesuda, como el llamado juego de los "escaques y trebejos", vulgo, ajedrez. Otras, seguramente poseedoras de personalidades más firmes y decididas, no tienen reparos en manifestar su opinión al respecto, ya sea de palabra u obra. No tengo ninguna objeción en ese sentido y es más, en secreto y a pesar mío, los admiro.