domingo, 3 de septiembre de 2023

El secuestro

Era una tarde fría, creo, entibiada moderadamente por el tímido sol de agosto. Los pejerreyes nadaban felices en la turbias y por el momento calmas aguas del rio-como-mar cuando ocurrió el desastre. Mediante crueles artificios,  fueron apresados súbitamente y arrastrados hacia tierra y abandonados sobre las losas de la rambla, para morir sin ninguna necesidad, pues eran tan menudos que mal podrían haber sido servidos en alguna mesa. Cuando ocurre lo opuesto y es algún depredador terrestre el que termina sus días en las frías aguas, sale en las noticias, pero de ellos nadie se ocupó, ¿es justo? Pero al menos ese día estaba presente mi cámara justiciera para tratar de poner las cosas en su lugar. El crimen quedó registrado.