Un buen compromiso para disfrutar, cada cual a su manera, de un atardecer de esos que bien pueden ser considerados memorables en la rambla sur de la "tacita de plata", como alguna vez fue conocida nuestra ciudad (me pregunto si hoy en día se la debería llamar "tacita de sílice" o "tacita de litio", tomando en cuenta las prioridades contemporáneas).