Agobiados por la canícula estival, los feriantes en Tristán Narvaja por momentos no tienen más remedio que aflojar y echarse un rato a descansar, que nadie es de fierro. Al retornar a casa me tomé la presión -tengo tendencia a la hipertensión y me cuido- y me tuve que agachar para leerla, estaba por el suelo, por suerte a mis cámaras no les importa el calor y cumplen con su deber como si tal cosa.