Era un boliche improvisado durante una feria ganadera cerca de Castillos, en el departamento de Rocha, en el este de Uruguay. Las opciones líquidas estaban limitadas a la infaltable cerveza, algo de caña y a lo sumo algún refresco, en el supuesto caso de que a algún parroquiano le diese por ahí. Pero era suficiente: los presentes, que estaban allí para comprar ganado o para arrearlo, lo que querían era socializar y esto último lo hacían con entusiasmo.