Si le fuésemos a hacer caso a nuestros sentidos, no existirían para nosotros el auto rojo, ni su conductor ni los apartamentos al fondo, ya que no conseguimos percibirlos de manera reconocible. Pero sí hay un puerto con barquitos de pesca que flotan sobre las aguas azules, eso es lo único que vemos de manera más o menos comprensible, esa sería, pues, la realidad.