Alguien más optimista diría que la sombra continuaría desplazándose haca la izquierda, respetando el deseo de sol de la bañista, pero yo no. Más escéptico que pesimista, creo que no, aunque pasó el tiempo suficiente como para hacerme olvidar esos detalles, la sombra simplemente avanzaba, indiferente y pronto cubriría su cuerpo dorado con su manto oscuro o la obligaría a dejar su confortable lugar sobre la arena entibiada con moderación por el sol de inicios del otoño.