Estuve cerca, muy cerca de develar el misterio, pero dejé pasar la oportunidad. No sabía nada, claro, apenas me llamó la atención toda esa exhuberancia caribeña contoneándose por el medio de la calle casi llegando a Neptuno (me gustan los nombres de muchas calles de la Habana, como ese). No asocié su presencia con nada, pero ahora pienso que quizás fuese uno de mis perseguidores que, más perdida que Adán en el Dia de la Madre, me buscaba, sin percatarse de que su objetivo estaba a sus seis, como dicen los pilotos de caza en las películas. Asi que simplemente cumpli con mi obligación, el clic y la dejé perderse en el calor del mediodía sin hacerle las preguntas que me habrían aclarado muchas cosas.