Cada estación del año posee su luz particular. En otoño la luz de los atardeceres, cuando hace buen tiempo, juega a pintar la tela del paisaje con colores intensos, que surgen de entre densas masas de oscuridad y las delimitan, claroscuros dramáticos que me provocan una suave melancolía. Pero las cosas son así, después del verano, viene la suave calidez que precede al frío del invierno.