Hoy se celebraron los 150 años de la feria de Tristán Narvaja, aunque mi amigo Ombú me dijo que tenía información creíble que indicaba que eso no era cierto, pero el caso es que entre los actos celebratorios habían organizado una exposición de pintura. Había de todo, lógicamente, pero lo que más me llamó la atención fueron unas obras que ejercían una misteriosa -y me atrevería a decir- un tanto siniestra influencia sobre quienes las miraban, como en este caso, donde la imagen de una garra se apoderaba de la voluntad de uno de los infelices que se detenían frente a ella. Yo estaba protegido del embrujo por mi cámara, obviamente.
