Monasterio Drepung-3
A la mañana siguiente salgo para Drepung un poco más temprano y esta vez todo reaulta más sencillo: tomo un autobús que me deja en la carretera a pocos kilómetros y de alli un triciclo
grande, que comparto con varios peregrinos alegres y amables.
Ya en Drepung vuelvo a sacar la
entrada y voy directamente a la capilla adonde conoci a mi amigo monje en la víspera. Tras
pagar los 20 yuan por el derecho a fotografiar adentro, me siento junto a uno
de ellos y me dedico a trabajar tranquilamente. Constantemente entran visitantes y peregrinos, que dejan su ofrendas económicas en forma de billetes rojos con el rostro de Mao y encienden candelas de mantaca de yak. Poco después llega mi amigo y se sienta a charlar conmigo. Un visitante chino de aspecto próspero se
sorprende al vernos juntos y sobre todo al verme fotografiando y se queda
parado mirándome con una sonrisa de desconcierto. Mi amigo le dice que si quiere fotografiar en la capilla debe
pagar los 20 yuan, a lo que el chino, tras pensarlo unos momentos, seguramente
decide que no vale la pena y se va. Los jóvenes monjes me convidan, para mi desgracia, con té
tibetano, que tomo por primera vez y me parece espantoso y me revuelve el estómago, especialmente
porque estoy en ayunas. Consigo apurar la taza y de inmediato me ofrecen más, pero declino la invitación educadamente como puedo, mientras recuerdo haber leído que los tibetanos lo beben durante todo el día y es una parte importante de su alimentación.