sábado, 14 de marzo de 2020

Nadie quiere jugar conmigo

Creo que el problema de ese ajedrecista es que debe ser muy bueno y cada vez que juega contra alguien le da jaque Pastor, o algo por el estilo. Como inevitable consecuencia de los numerosos egos heridos por tanta pericia, se ha quedado sin rivales y aguarda inútilmente, incluso hasta avanzadas horas de la noche, por algún alma caritativa que se preste a ser por él humillada frente al tablero.