Montevideo ha sido, tradicionalmente y hasta hace no mucho tiempo atrás, una ciudad de colores más bien uniformes y apagados; para decirlo sin anestesia, una ciudad gris. Esto ha ido cambiando en las últimas décadas gracias a algunos adelantados que comenzaron a pintarla aquí y allá con tintas de una paleta más alegre. Muchos de esos colores pueden adquirirse de segunda mano, como es lógico, en nuestro mercado de las pulgas local, la feria de los domingos de Tristán Narvaja.